miércoles, 21 de febrero de 2007

Flashforward (Lost meaning)

A long time ago, I saw a lonely pair of eyes gazing through a creeping darkness. I was just returning from a dream where everyone seemed to be claiming for something lost that could not ever be finded. It was like some sort of a soft torture which played with their burning desires... I just watched them ran into invisible and empty boxes. Maybe they thought that they could find a sign of hope inside them.
So I woke up with the image of their terrified faces and suddenly those eyes appeared. I recognized them inmediately: They were my own eyes reflected in the shadowless night. Nor a single ray of light could even burst in the deadly silence.
Those eyes glanced at my entire face, trying to get along with floating emotions. So a Flashforward came to me.
It was not a vision.
It was not a sign
Not a "sight setting"
Nor even a "Looking forward"
...A desire?
Deja Vu?
It was like a deep memory that hadn't happened yet, and a strong feeling stood right in front of lost remains.
Hand in hand I walked down the street with a man I did not know. The paving stones resounded on our foot, and a freezing breeze moved our hair.
What was that?
I lived in a far past with some scenes taken from a near future. How could I knew that it would be future?
I just felt it, and nothing left to say.
That is what I started to call "Flashforward", that could not be resolved at least when they were brought about by someone I never knew.
Doesn't matter now...
I think

viernes, 16 de febrero de 2007

Recuerdo Nº 7- El Pintor

La pintura de la esquina, se erigía ante mis ojos como una implacable coraza salpicada de emociones transformadas y mimetizadas en los colores impresionistas. Las mujeres vestidas de blanco que recogían ramas en medio de un páramo amarillo, se movían al compás de las ráfagas de viento que llevaba consigo las nubes pálidas de un día de verano. Los árboles sin embargo, no logran ser sacados de esa posición estática que otorga el pasar de los años y que no puede borrar siquiera el grito estruendoso de las tormentas en invierno. Era sin duda, la clase obrera europea de una época no muy distinta a esta.
No a mucha distancia, sentía la presencia de una mirada que se dirigía directo a una lágrima que se deslizaba suavemente por mi rostro hasta deshacerse instantáneamente con el impacto de la fría cerámica de esa galería de arte.
El tipo a lo lejos observaba mis movimientos, como si quisiera decir, inquirir o aportar algo que sin duda, no serviría de mucho. Era la segunda exposición que visitaba en el día: la primera había sido de fotografías un tanto sensacionalistas, si es que resulte válido calificarlas así, pero de igual manera servían como un refugio cálido.
"Aquí está la maldita mujer de acero, sintiendo cómo esas lágrimas congeladas intentan derretir esa coraza..."
Pienso ésto mientras observo una marea que cada vez parece ir creciendo. Puede que llegue el momento en que sea tan alta, que se lleve todo lo que hay a su alrededor.
"Cuánto desearía que mi vida culminara con la misma rapidez que se mueven esas aguas"
Unos pasos resuenan a lo largo de la estancia. Se acercan cautelosos; casi como si se tratara de palabras. Siento cómo intento de no prestar atención a la presencia inoportuna de aquel tipo, pero es en vano: sus dedos huesudos se posaron en mi hombro.
"¿Te gusta esa pintura?"
Pregunta el hombre con un acento argentino muy marcado, que tampoco parece esperar respuesta.
"Pienso que las personas que pintan algunos rasgos de la clase obrera son más bien engreídas, y lejos de mostrar algún tipo de comprensión o de apoyo a ésta, parece como si se lograra lo contrario: la superioridad que se siente estar en lo que llamo "el vaso medio lleno" de la sociedad. "
Mi semblante no cambiaba. El tipo era perturbador hasta en su modo de respirar. Sus dedos se despegaron inmediatamente al notar el tono de rechazo.
"¿Te gusta esa pintura?"
Repitió.
"¿Por qué me preguntas a mí si no tengo idea de pintura? Si, me gusta mucho aunque de nada sirva lo que diga. Me gusta observarla pero no se si está buena o mala. No sé si está bien el uso de técnicas o algo así"
Esbozó una sonriza sincera. Al parecer se trataba de su exposición, y el que la elogiara no le iba mal.
"Tenés cara de pintar también"
"¿Quién te dijo a ti que yo pintaba?"
Hizo un gesto de falsa modestia hacia sí mismo.
"Pinto desde que tenía siete años, y los chilenos que pintan son pocos creo. Tú tenés la cara de pintar."
El hombre me comenzaba a irritar. Quería enviarlo lejos de donde estaba. No quería que nadie se involucrara conmigo a esa altura del día.
"Si, pinto con la sangre de la gente que no me conoce y se cree con el derecho de clasificarme dentro de su diccionario de webadas fútiles y disfuncionales tal y como..."
"...A vos no te insulté"
"Disculpa"
Rompí a llorar. Exploté de la rabia conmigo misma, exploté de la tristeza que sentía por todos los sucesos ocurridos la noche anterior en los que me daba cuenta que todo el tiempo que había creído que estaba bien aprovechado, en realidad había sido malgastado al lado de algo inerte, sin vida. Tan frío que había logrado congelarme.
Salí corriendo, evitando las palabras que decía (y que no recuerdo). Miré hacia atrás justo cuando gritó algo y caí. Me dolía el tobillo.
El tipo llego hacia donde estaba y me tomó en brazos. Creo que en ese instante lo detestaba más que nunca. Porque era uruguayo (al final no era argentino), porque se metía en lo que no le interesaba, y porque... no sé porque.
Avanzó unos pasos y llegó a una puerta. Era la puerta de su estudio.
Ahí dentro habían cuadros hermosos, óleos botados, marcos de cuadros y paños con diluyente esparcidos a lo largo de la habitación. Me solté de él y me sente en una silla. El dolor del tobillo me apestaba. Quería salir de ahí lo más pronto posible.
"¿Te duele mucho el tobillo?"
"...Me gustan mucho tus pinturas. Prefiero las que están aquí. Me quiero ir."
El pintor se daba vueltas por la sala. Como si pensara qué era lo que debía hacer. Bajó la mirada de súbito.
"Sacáte ese zapato que tenés el tobillo hinchado."
"Que se pudra la webada. ¿Puedo irme ya?"
Intenté ponerme de pie, pero no pude. Pensé que oiría o vería una mueca de triunfo en ese tipo, pero no fue así. Se arrodillo y me torció el pie hasta que grité de dolor.
"Imbécil, me dolía menos antes."
"Calláte que ahora estará mucho mejor."
Y así fue. Luego de quince minutos logré sostenerme para salir sin decir ni una palabra sobre lo que había sucedido. No quería ser el objeto de burlas de nada ni nadie. El pintor, que tenía veintiseis años me llevó hasta la salida, aunque no se lo hubiera pedido.
"Podés llevarte una pintura: la que querás."
"No gracias, intentaré olvidar éste día y creo que una pintura tuya de esas que "Impresionan", podría recordarme mucho más la tarde que pasé con el pintor argentino arrogante."
"Soy uruguayo."
"Como sea, hablan igual. Capaz hasta son iguales."
"Hace bien llorar, sabés. Intentaré tener cuadros mejores si vuelves por aquí alguna vez."
Mi mirada no se despegaba del suelo. Eran casi las nueve de la noche, en el mes de septiembre. Estaba oscuro.
"No creo... que eso suceda. Adiós."
Y me fuí a mi casa caminando. Y ahora me doi cuenta que de haber tenido o no su pintura, al pintor lo recuerdo sin la necesidad de ella.

lunes, 12 de febrero de 2007

Recuerdo Nº 6 -La Ahorcada


Las manos que salían del aire para acariciar el semblante de todos los que vivían en la casa maldita, volvieron a adentrarse en la densa oscuridad que rodeaba sus viejos cimientos. El terror de dormir una noche más ahí se había quedado estancado en los rincones; bajo la escalera y dentro de los armarios. Un año tardó en llegar el día en el que cruzaríamos el umbral de la puerta para nunca volver a enfrentar fuerzas más poderosas que la voluntad que poníamos en evitar sugestiones y hacer del día algo "normal".
La Vieja, continuó maldiciendo durante toda su estadía, a un espectro que la vigilaba de cerca y que trataba de asustarla.
"Viejo imbécil, ésta casa no es mía así que no me jodas a mi."
Mientras cocinaba solía gritarle al aire nuestros nombres, porque pensaba que alguno de mis hermanos pretendía gastarle una broma. Los cigarros pasaban rápidamente en intervalos cada vez más reducidos. Creo que la Vieja no perdía el tiempo en tener miedo: prefería ocuparlo en insultar a la invisibilidad y en cuidar de mi madre.
Había pasado poco tiempo desde que al llegar del colegio, me encontré con cinco personas que sellaban todos los espejos y las puertas en donde era capaz de existir un reflejo. Mi madre lloraba frenéticamente sin decir nada a nadie. Repetía para si que no soportaría un día más en la casa y si no nos ibamos de ahí, acabaría quitándose la vida. No era muy difícil comprender qué era lo que sucedía, por que a juzgar por la apariencia que tenían todos, resultaba obvio que algo había acontecido pero no podían siquiera hablarlo.
Mi espalda estaba débil aun después de la intervención quirúrgica que realizaron los médicos luego de estar en cama durante casi un mes en casa de mi abuela. No esperaban que pudiese sanarme si me quedaba en ese lugar, aunque nadíe fundamentaba desiciones en aquel momento. Al parecer actuaban guiados por el miedo y la angustia de que su destino dependiese estrechamente de la voluntad de "eso que nadie veía", pero sí sentía.
Cuando no quedó espejo ni puerta por sellar, mis padres decidieron marcharse de ahí cuanto antes. En lo posible el fin de semana sin importar el costo o las dificultades que hubiese que sortear para lograrlo. Era una desición irrebatible, que increíblemente, nadie estaba preocupado de rebatir.
Entonces llegó el día en que las cosas una a una salían de la casa y eran acomodadas en un camión. Aún continuaba algo inútil, porque no podía con muebles demasiado pesados para llevarlos, pero no era nada comparado con las ansias de salir de ahí. Todos estaban demasiado atareados y empujados por su propia voluntad para terminar luego con la prolongada tortura.
La Vieja descansaba en una silla en el comedor, así que me situé junto a ella para hablar cualquier cosa que mantuviera mi cabeza en otro lado.
"Bueno Vieja... cada vez queda menos..."
Un golpe seco interrumpió mis palabras. La señora que había aparecido hace unos meses volvía, y parecía muy alegre. Había entrado por la puerta trasera sin previo aviso, golpeado la puerta y ahora se dirigía hacia el comedor, donde estabamos sentadas.
"Disculpen, pero hay algo que me faltó decir la otra vez que pasé por aquí"
Soltó una risa maliciosa, quizás un tanto forzada para la situación.
"Jovencita, ¿Cuántas veces la viste?"
Se dirigía con cierta ironía, pretendiendo saber que entendía qué era lo que quería decir.
"¿Ver a quién? Veo a muchas personas todos los días y con usted me basta. No entiendo cuál es el motivo por el que usted viene a decir lo que yo y mi familia tenemos que hacer. "
Esbozó una sonriza chueca, con dientes amarillentos y gastados.
"Sabes perfectamente, que me refiero a la mujer que se colgó en la escalera..."
Hizo una pausa que enseñó el rasguido de un mueble sobre el piso.
"...que llevaba a tu habitación. Era la empleada de los dueños de ésta casa, y un tanto apática, te diré."
La señora se dio la media vuelta, y no la volvimos a ver nunca más. Una vez más el escalofrío remeció mi cuerpo, pero al menos estaba segura. Desde ese momento entendí todo, y a la vez lo deseché y como dije, prometí olvidar lo que ahora recuerdo con vivas imágenes en mi mente

domingo, 11 de febrero de 2007

Recuerdo Nº 5 - El Incendio Sin Llamas

Los meses que transcurrieron durante mi estadía en la "casa del terror" o "casa de los muertos", ofrecían a cada momento diferentes sorpresas que resultaban en su mayoría aterradora. Las personas que habitaban ahí vivían esperando que algo sucediera; lo más parecido a una hecatombe generada por espíritus enfurecidos que surgían de la tierra para vengar quién sabe qué desastre. Todo era diferente todos los días: mi madre surcaba crisis de dolor espantosas, con esos serruchos invisibles en sus piernas. Mi padre trabajaba en las noches, y la Vieja cuidaba de nosotros. Sus ojeras se pronunciaban más que nunca porque se desvelaba en las noches creyendo que un tipo la observaba, expectante y sigiloso desde el pasillo que llevaba a la sala de estar.
En las noches cuando subía al altillo que habían asignado como el lugar donde dormiría, subía al techo a observar la luna. Pensaba siempre que mi madre podía morir en cualquier momento mientras mi padre estuviese trabajando en la mina, y entonces la Vieja tendría que regresar a su casa en Talca para cuidar de mi abuelo. Tendría así que cuidar de mis hermanos aún más, y la palabra "familia" debería borrarse instantáneamente de mi mente. No me importaba cuántos fantasmas hubiesen dentro de esa casa, porque ese miedo estaba demasiado latente como para haber pensado en asustarme con espíritus de dudosa existencia.
Sin embargo, ese miedo se disipó una vez que comenzó un dolor un tanto extraño que nacía desde la columna vertebral hasta la punta del pie derecho y se prolongó hasta que ya no pude caminar y debía permanecer en cama. Ningún médico descifraba aquel enigma que me causaba un dolor físico inexplicable, por lo que decidieron someterme a un examen que reveló la existencia de la hernia lumbar que tensaba el nervio ciático y me tumbaba en la completa inutilidad.
A medida que el tiempo pasaba, podíamos conciliar todos el sueño de una manera más fácil y evitabamos la sugestión que trae consigo la noche. Dejábamos que esos espíritus hicieran lo que les diera la gana, porque de haber sido así o no, sabíamos que nada podíamos hacer.
Un día, antes del amanecer, un grito desesperado de mi madre nos sacó a todos de la cama. No era un grito de dolor, sino de susto. Apenas regresamos al mundo de los conscientes, respiramos un olor a humo, a madera y materiales de construcción en llamas.
"¿Están bien allá arriba?"
Gritó mi madre a mi hermana y a mi, pensando que el altillo se quemaba.
"Aquí está todo bien, bajamos en seguida"
Respondí sin entender o asimilar qué era lo que ocurría. Me vestí rápidamente y bajé la escalera corriendo. La Vieja estaba escondida bajo una manta y sólo se le veían los ojos y mi madre en su silla de ruedas rondaba la casa buscando fuego.
"Sylvia, puede que el humo venga desde afuera y por eso está ese olor a quemado"
Así que salimos todos, abrimos la puerta de la calle, y en frente de la reja un gato negro de ojos verdes estaba sentado con la mirada fija en dirección a la casa y a nuestros rostros, como esperando que los invitaramos a pasar.
Sentí un escalofrío que recorría mi cuerpo completamente, y las piernas se me doblaban porque el dolor de la espalda cada vez era mayor.
La Vieja corrió hacia el gato y lo espanto con un ruido extraño.
No había humo, olor ni llamas. El pasaje estaba desolado y sólo la escarcha de la mañana cubría los setos de las casas cercanas.
Luego de quince minutos, llegaron los bomberos que mi madre había llamado. Dos compañías revisaron la casa y midieron los niveles de monóxido de carbono, pero no encontraron nada sino el extraño olor, así que se fueron evitando las miradas a través de los ventanales de las vecinas.
Nos acostamos nuevamente, sin decir ni una palabra.
Y nuevamente comenzamos a dormir con la inquietud de no saber qué nos ofrecerían a continuación esos señores poseedores de fuerzas extrañas.

martes, 6 de febrero de 2007

Recuerdo Nº 4 - La Casa Del Terror


Han pasado casi cuatro años desde que salimos de esa casa maldita. Yo, mi familia, y todos los que vivieron ahí prometimos no hablar nunca más de lo que significó el terror de haber vivido ahí. Muchas cosas pasaron, que no podría explicar bajo preceptos racionales. No puedo explicar el escalofrío que recorría tu espalda cuando te dabas vueltas y te encontrabas frente a mil espejos a tu alrededor, y pensabas que alguien te observaba de cerca... te respiraba en el oído mientras había trabajo frente a un computador en las noches donde hacía frío y se debía oír el extraño crepitar del fuego.Nadie tenía derecho a recordar cuando las copas se quebraban solas en medio de la mesa, ni cuando unos niños inexistentes hacían carreras al mediodía, abriendo y cerrando las puertas. No había permiso para sentir nuevamente las caricias de manos invisibles y heladas que recorrían los rostros de las personas más incrédulas. Una vez que todo hubo acabado, nada debía ser recordado.
Resulta muy triste darme cuenta, que nunca olvidé nada. Todo sigue fresco en mi memoria, y desde el día en que llegué a vivir ahí, nada se ha borrado.Era la casa que estaba escondida entre unos pasajes extraños que una vez crucé para llegar luego a mi antigua casa. Me quedé unos minutos observando los muebles arrumados y las cortinas rotas que se mecían en el altillo. Retomé rumbo casi de inmediato, porque se hacía tarde y las nubes cada vez amenazaban con descargar sus lágrimas torrenciales.Era casi imposible que por efectos del "destino", mis padres decidieran irse a vivir ahí... pero sucedió.El día que me dijeron que nos cambiaríamos de casa por sexta vez, experimenté una sensación de felicidad, porque siempre gozaba de los cambios y el escape del estancamiento en el que había permanecido durante cuatro años.
Entonces nos llevaron a conocer su próximo proyecto: aquella casa que parecía abandonada, distaba mucho de serlo. Ahí vivía una familia compuesta por cinco personas, en la cual la madre y la hermana menor de los dos hombres estaban enfermas. El mal de Perkins tenía a una niña de diez años en una silla de ruedas; con un yeso que le cubría de los pies hasta las caderas. Una enfermedad al corazón, había tenido como consecuencia dos operaciones a tajo abierto a la madre y cabeza de aquella casi destruida familia.Pasaron dos semanas, y ya vivíamos ahí. El mes de julio comenzaba y traía consigo lluvias que no terminaban.
El frío se colaba a través de las paredes hasta congelar nuestros huesos.Un día, el 17 de julio exactamente, las tragedias comenzaron a desatarse sin tener nada que las pudiese detener. Mi madre caía enferma y nadie podía hacer nada: la artitis reumatoidea acababa de manifestarse en sus articulaciones. La crisis que venía en las noches, las describía como si alguien con un serrucho le cortara las piernas de una manera insoportable.
Desde que comenzó a ocurrir éste tipo de sucesos, un sacerdote fue llevado a la casa maldita. Ceremonias de comunión tomaban lugar cada domingo sin excepción, con gente devota y muy católica. Era algo que cada vez toleraba menos.Recuerdo, que la última vez, una señora abrió la puerta con fuerza, e interrumpió esas tediosas charlas."Salgan de ésta casa ahora mismo. no se queden un segundo más. No saben las cosas que han pasado aquí".
En efecto, todas las personas al ver la expresión de esa señora de ojos desorbitados, salieron apuradamente del living, y se quedó ahí, como examinando nuestro semblante. Nadie entendía exactamente qué era lo que sucedía."Váyanse de aquí, si no quieren terminar como los dueños de ésta casa."Mi madre, que aún no entendía muy bien, dijo:"Si no me da una razón lo suficientemente convincente de sus palabras, le sugiero que sea usted la que abandone esta propiedad privada"
"Usted no sabe, lo que ha pasado aquí"
"Ya le dije que si no habla se tendrá que ir"
La señora, que era muchos años mayor que ella, tomó asiento y comenzó a hablar muy claro.
"Los dueños de ésta casa, están muertos. Fallecieron hace muchos años, y sus hijos viven en Santiago. Ustedes le pagan su estadía a la sucesión, no a ellos."
Mientras hablaban, me aproximaba hacia donde estaban para saber qué era lo que causaba tanta conmoción.
"¿Por qué murieron?"
"La señora murió de cáncer, y al esposo de ella lo mataron justo al frente de donde estás TÚ".
Señaló hacia la calle, que se encontraba igual de desolada que siempre
"Comprendo que sean de esas familias modernas, escépticas, pero por favor, háganme caso: Lárguense de éste lugar".
(Continuará...)

Recuerdo Nº 3 - Clonazepam

Indicaciones Médicas: El clonazepam también se usa para tratar los síntomas de la enfermedad de Parkinson, tics, esquizofrenia y para controlar el dolor.

Síntomas: Los síntomas de sobredosis o intoxicación varían enormemente de persona a persona dependiendo de la edad peso corporal y respuesta individual. Varían desde mareo y obnubilación hasta ataxia somnolencia y estupor y finalmente coma con depresión respiratoria y colapso circulatorio hasta provocar la muerte.

Tratamiento: En el manejo de la sobredosis deberá tenerse en cuenta que podrían haberse tomado múltiples agentes. Además de monitorear la respiración el pulso y la presión sanguínea está indicado un lavado gástrico reposición de fluidos por vía i.v. con medidas generales de apoyo y la provisión de instalaciones de urgencia para lidiar con una posible obstrucción de las vías respiratorias. La hipotensión puede ser tratada con agentes simpaticomiméticos.

Es increíble pensar que pequeños cilindros que quedan holgados en la yema de un dedo, son capaces de arrebatar sueños hasta dejar en un coma profundo que podría llevar la insignificante vida de un ser humano, hacia la reducción total de este. Se va en un cuerpo ajado, la huella que evidencia el pasado que bien pudo haber sido próspero como también cruel. Todo se pulveriza dentro del coma en el que quise caer... no por efectos de un malogrado accidente.
Las indicaciones médicas de aquel fármaco revelaban que efectivamente controlaban el dolor, pero ¿Qué tipo de dolor? Sin duda, un dolor que en mí no se aplacó, sino que se escondió tras el velo del coma prolongado lo suficiente como para despertar y encontrar todo exactamente a cuando me fui. Lo único que había cambiado era el lugar donde había aparecido.

Alguien me había sacado la ropa, puesto el pyjama (creo que fueron las personas que vinieron a dejarme) y sumergido en mi cama. Recuerdo el llanto impotente de alguien porque no podía hacer nada en contra de la situación. No había nadie en mi casa, y mi madre que se encontraba trabajando, había rechazado la opción de que me llevaran a un centro asistencial, por lo tanto debía quedarme ahí, tranquila, hasta que todo volviese a ser normal.
¿Podría ser todo normal si antes tampoco lo era?
Me dolía tanto...
Ya casi lo olvidaba. El saber que no estaría en mis pensamientos me provocaba una felicidad inexplicable.
Existe una serie de imágenes confusas de los últimos minutos antes de caer, en los que la sonriza es cada vez más prolongada. Eso sí lo recuerdo muy, muy bien.
La tristeza aparece cuando despierto, y vuelve a torturarme nuevamente.

domingo, 4 de febrero de 2007

Recuerdo Nº 2 - Mi Primer Asesinato


En el mes de diciembre del año 2005, ocurrió un brutal asesinato, donde el corazón de un hombre fue apretado hasta explotar bajo unas cuerdas que servían para detener los botes y así impedir que la marea se los llevara.Lo cierto, es que él fue mi víctima, y yo la que cometió el crimen. No usé mis manos para matarlo, y eso es suficiente para expiar mi culpa. Él mismo hizo el trabajo sucio. Ahora debe estar en el infierno, porque eso le dicen a las personas que son íntimas amigas del suicidio.La historia comienza con una mentira perversa, que le fue otorgada a un ser humano cuyo destino no podía mezclarse con el mio, pero como siempre las cosas prohibidas han de ser lo que induce al ser humano a transgredirlas y así como llegan, también se van por el camino más fácil de enmendar sus errores.

La primera vez que él me llamó por teléfono, estaba empezando la pintura de una dama detrás de una ventana donde las cortinas se movían con el viento que entraba desde una ventana cerrada, e incluso tuve que postergar ese momento porque hablamos mucho rato, y cada palabra estaba llena de tristeza. Buscaba en mi, una especie de salvación. Me obligaba indirectamente a que fuese su mesías, aunque yo no podía... no quería. Tenía muchos años más que yo, y una vez más me encontraba frente a alguien que quería que diese algo que no tenía, y que no pensaba dar ni aunque lo tuviese.

Pero si di algo que no existía, y procuré una salvación peligrosa que lo elevó a un punto de no poder subir más y luego dejarlo caer.

"A las 5, en la estación de trenes".

Ahí estaba yo, a la hora indicada. Él con su guitarra blanca excepcional bajaban la escalera mientras el guardia lo miraba por su apariencia un tanto psicodélica. Me forcé una sonrisa y aguanté un abrazo. Di por primera vez un beso compasivo. Creo que la maldad moral me consumía enteramente, y lo peor es que significaba un goce interminable. Esa tarde la pasamos juntos sentados mirando el ir y venir de la gente, hablando cada vez mas de la vida... es decir, de su vida, porque nunca revelé nada que perteneciera enteramente a lo que soy.

Y yo lo salvaba en cada mirada, y mentía, y aguantaba, y el vaso nunca se colmaba. Todo era soportable urdido bajo esa horrenda mentira que jamás parecía acabar.

Un día me dijo que me amaba. Yo le dije que lo amaba sin sentir ni siquiera algo parecido. Le hice creer cosas que nunca fueron.

Entonces, cuando se sintió totalmente salvado. Desaté el nudo y el cayó por un precipicio a la deriva. Quedó agonizando, por lo que decidió quitarse la vida.

Conclusión: Nunca jueguen a ser el cielo de alguien.





sábado, 3 de febrero de 2007

La Lista Prohibida Pt. II


Recuerdo Nº 1 - El prólogo que nunca usé

El transcurrir del tiempo no cronológico, determina nuestra existencia a tal punto de crear un sentido en la vida de los seres humanos, basado en la conciencia (o instinto) de la muerte.

Nace entonces el anhelo, la esperanza, la desesperación y el ansia de sentimientos no sublimados.

Cada movimiento nos dice que algo repentinamente dejará de existir y se transformará en un recuerdo sin que apenas tengamos la noción en el momento exacto en el que se esfuma. Podemos incluso hacer latente el temor de confundir la realidad que entendendemos como el presente mismo: éste instante fugaz donde las palabras quedan detenidas y pasan a ser parte del pasado.

...Son parte del pasado más cercano al instante perdido, y para muy pocos significa un recuerdo; porque nadie se preocupa, o se ocupa de revivir en su mente cuántas veces lanzó un suspiro al aire, y menos caer en la cuenta de ello.


Hay quienes viven en ese suspiro , que es un presente continuo, que no se difumina en el pasado ni se desintegra en la memoria.
Puede que en un momento de mi vida haya quedado suspendida en ése hálito de profunda desesperación y asi sumida en el caos de no encontrar el transcurrir correcto del tiempo que se prende de mis brazos y va en contra de mi despertador. Como muchas cosas, quizás no importe, porque eso, como ya dije, es parte del pasado y ahí he decidido que debe extinguirse.

viernes, 2 de febrero de 2007

Recuerdo Nº 3 - Lillium Inter Spinas


Nadie sabe por qué esa mujer cierra sus ojos para disimular la desesperación y el dolor que generan los suspiros entrecortados que son depositados en congelada brisa nacida en las profundidades de un invierno tempestuoso. Un manto de nieve reposa en la hendidura de sus clavículas. Sólo se ve su cabeza, hasta una pequeña porción de los hombros. A su lado, hay un reloj de arena con muchas medidas diferentes del tiempo: los primeros granos de arena que caen, representa el tiempo eterno que transcurre mientras la mujer existe y cómo percibe el sufrimiento. El segundo, representa cada grano de arena exactamente en la misma sincronización a la de las vibraciones del quarzo, por lo que cada sesenta de éstas, se crea un minuto.Los humanos que la contemplan pueden pasarse su vida entera tratando de responder la interrogante que surge en el mismo momento en el que se encuentran ante sus facciones ajadas.


"¿Qué podría causarle a un ser viviente tal sufrimiento como para llegar a expresar ese tormento?"


Lo cierto, es que aquella dama vive dentro de la primera pintura que creé, para una persona que jamás se interesó lo suficiente por mis sentimientos, y si lo hizo, no se molestó en demostrarlo. Aún tengo ese retrato arrumbado junto con muchos otros en la bodega de mi casa; porque nunca se lo llevó. Entonces, la omisión llego a mi como una alternativa de salvación extrema.

La mujer de la pintura cada vez sufría más con esas espinas que se retorcían a lo largo de su cuerpo y creaban esas incesantes corrientes de sangre manadas desde venas quebradas.

Espera... sólo tienes que esperar un poco más hasta que las espinas se sequen y se desprendan de tu piel. En ese momento todo se acabará. ¿Esperarás?

Cada pregunta que hacían sobre la pintura, era una mentira o una omisión (como gusten llamar), como una gota de sangre perdida en el velo que nunca dejó que viese algo realmente importante.

Ahora buscaré un culpable: Si se hubiesen llevado la pintura, no habría tenido que mentir cuando preguntaban el por qué de tan intenso dolor. Siempre preferí mentir antes de que pudiesen descubrir lo que se alojaba dentro de mi mente. Si la mentira u omision es buena o mala, no seré yo quien comienze a juzgar algo que me tiene sin cuidado, por el momento.




jueves, 1 de febrero de 2007

Recuerdo Nº 2 - La Llamada


Recuerdo Nº 2 - La Llamada

Nunca supe quién era de verdad. Cada vez que descubría en él una mentira, jamás se lo hacía saber. Era extraño sentir que él tenía plena conciencia, y sabía perfectamente cuando le creía y cuando no. Llegó a mi casa al haber transcurrido un día desde el encuentro y el ofrecimiento del cigarro. Estaba sentado en la solera, justo en frente de mi casa. Pisaba las ciruelas que se esparcían en el pavimento. Salí de mi casa, porque quería tomar un poco de aire, cuando ese tipo me llama, por mi nombre.
"Camila"
Casi en un susurro que retumbó en mis oídos. Puedo estar segura, de que aquello no era una mentira. Ese era mi nombre, y no lo habría podido negar aunque hubiese deseado. Fue un estado de impacto verlo ahí sentado. La brisa cálida me turbaba de una manera insoportable e inservible: no era capaz de generar movimiento alguno sobre los cuerpos pegados al suelo por la gravedad. El peso era cada vez mayor.
Una sombra delgada se alargó en el suelo, y se levantó con un impulso apenas perceptible, se dirigió hacia donde estaba. No era gran cosa. Sólo me miraba. No habían besos, ni caricias, sino todo lo contrario. La distancia entre los dos cuerpos determinaba un puente que nunca se pudo cruzar. Y aunque hubiese existido otra alternativa; se habría tratado de un río que no se consiguió vadear.
Los hechos que vinieron a continuación, no valen la pena rescatar, puesto que la trascendencia en la actualidad es nula, y no pertenecen en absoluto a una lista de los hechos que he prohibido, más bien, me gusta mucho recordarlos. Entonces, sea permitido el espacio en blanco de la historia.
...Sus apellidos, nunca me los dijo sino hasta que le pregunté. Tuvo que decírselo a un tipo, cuando se hizo pasar como que también se disponía a audicionar. No eran Van Gola Francoi, y lo supe desde el momento que lo dijo. Su primer apellido era Fernandoi, y el segundo Van Gola. Eran detalles, que hacían que me diera cuenta, que estuve, siempre frente a un completo extraño.
Era un asesino falso. No le creí nunca que hubiese matado a un hombre, y que pagara por la felicidad de la hija que éste dejo al morir. Ya no creía en confesiones que recurrían a una búsqueda de auto compasión que me resultaba denigrante. Yo sólo callaba, escuchaba. Mis expresiones decían que sus palabras no llegaban ni despertaban ni un tipo de sentimiento compasivo, si no todo lo contrario.
Ese día se fue junto a él, y no lo vi más. Me dijo que quería verme con urgencia unos días antes del viernes. Era día martes. No entendía el apuro por que nos fuesemos a encontrar, ni qué tendría que decirme ahora.
"De seguro es otra historia que inventará, o que pudiera ser de una dudosa certeza. Me gustaría que le fuese más fácil engañarme".
Cuando desperté, era miércoles. Me había dormido como solía hacer antes: podía vagar día y noche en páramo eterno del inconsciente.
Me levanté, tomé el teléfono, y lo llamé.
Una señora hastiada me contesta con voz desdeñosa.
"No, no se encuentra. No creo que lo encuentre más por aquí. Por fin se ha ido lejos y no creo que vuelvas a saber de él. Deberías creerme; te hará mejor a ti".