miércoles, 21 de febrero de 2007
Flashforward (Lost meaning)
viernes, 16 de febrero de 2007
Recuerdo Nº 7- El Pintor
No a mucha distancia, sentía la presencia de una mirada que se dirigía directo a una lágrima que se deslizaba suavemente por mi rostro hasta deshacerse instantáneamente con el impacto de la fría cerámica de esa galería de arte.
El tipo a lo lejos observaba mis movimientos, como si quisiera decir, inquirir o aportar algo que sin duda, no serviría de mucho. Era la segunda exposición que visitaba en el día: la primera había sido de fotografías un tanto sensacionalistas, si es que resulte válido calificarlas así, pero de igual manera servían como un refugio cálido.
"Aquí está la maldita mujer de acero, sintiendo cómo esas lágrimas congeladas intentan derretir esa coraza..."
Pienso ésto mientras observo una marea que cada vez parece ir creciendo. Puede que llegue el momento en que sea tan alta, que se lleve todo lo que hay a su alrededor.
"Cuánto desearía que mi vida culminara con la misma rapidez que se mueven esas aguas"
Unos pasos resuenan a lo largo de la estancia. Se acercan cautelosos; casi como si se tratara de palabras. Siento cómo intento de no prestar atención a la presencia inoportuna de aquel tipo, pero es en vano: sus dedos huesudos se posaron en mi hombro.
"¿Te gusta esa pintura?"
Pregunta el hombre con un acento argentino muy marcado, que tampoco parece esperar respuesta.
"Pienso que las personas que pintan algunos rasgos de la clase obrera son más bien engreídas, y lejos de mostrar algún tipo de comprensión o de apoyo a ésta, parece como si se lograra lo contrario: la superioridad que se siente estar en lo que llamo "el vaso medio lleno" de la sociedad. "
Mi semblante no cambiaba. El tipo era perturbador hasta en su modo de respirar. Sus dedos se despegaron inmediatamente al notar el tono de rechazo.
"¿Te gusta esa pintura?"
Repitió.
"¿Por qué me preguntas a mí si no tengo idea de pintura? Si, me gusta mucho aunque de nada sirva lo que diga. Me gusta observarla pero no se si está buena o mala. No sé si está bien el uso de técnicas o algo así"
Esbozó una sonriza sincera. Al parecer se trataba de su exposición, y el que la elogiara no le iba mal.
"Tenés cara de pintar también"
"¿Quién te dijo a ti que yo pintaba?"
Hizo un gesto de falsa modestia hacia sí mismo.
"Pinto desde que tenía siete años, y los chilenos que pintan son pocos creo. Tú tenés la cara de pintar."
El hombre me comenzaba a irritar. Quería enviarlo lejos de donde estaba. No quería que nadie se involucrara conmigo a esa altura del día.
"Si, pinto con la sangre de la gente que no me conoce y se cree con el derecho de clasificarme dentro de su diccionario de webadas fútiles y disfuncionales tal y como..."
"...A vos no te insulté"
"Disculpa"
Rompí a llorar. Exploté de la rabia conmigo misma, exploté de la tristeza que sentía por todos los sucesos ocurridos la noche anterior en los que me daba cuenta que todo el tiempo que había creído que estaba bien aprovechado, en realidad había sido malgastado al lado de algo inerte, sin vida. Tan frío que había logrado congelarme.
Salí corriendo, evitando las palabras que decía (y que no recuerdo). Miré hacia atrás justo cuando gritó algo y caí. Me dolía el tobillo.
El tipo llego hacia donde estaba y me tomó en brazos. Creo que en ese instante lo detestaba más que nunca. Porque era uruguayo (al final no era argentino), porque se metía en lo que no le interesaba, y porque... no sé porque.
Avanzó unos pasos y llegó a una puerta. Era la puerta de su estudio.
Ahí dentro habían cuadros hermosos, óleos botados, marcos de cuadros y paños con diluyente esparcidos a lo largo de la habitación. Me solté de él y me sente en una silla. El dolor del tobillo me apestaba. Quería salir de ahí lo más pronto posible.
"¿Te duele mucho el tobillo?"
"...Me gustan mucho tus pinturas. Prefiero las que están aquí. Me quiero ir."
El pintor se daba vueltas por la sala. Como si pensara qué era lo que debía hacer. Bajó la mirada de súbito.
"Sacáte ese zapato que tenés el tobillo hinchado."
"Que se pudra la webada. ¿Puedo irme ya?"
Intenté ponerme de pie, pero no pude. Pensé que oiría o vería una mueca de triunfo en ese tipo, pero no fue así. Se arrodillo y me torció el pie hasta que grité de dolor.
"Imbécil, me dolía menos antes."
"Calláte que ahora estará mucho mejor."
Y así fue. Luego de quince minutos logré sostenerme para salir sin decir ni una palabra sobre lo que había sucedido. No quería ser el objeto de burlas de nada ni nadie. El pintor, que tenía veintiseis años me llevó hasta la salida, aunque no se lo hubiera pedido.
"Podés llevarte una pintura: la que querás."
"No gracias, intentaré olvidar éste día y creo que una pintura tuya de esas que "Impresionan", podría recordarme mucho más la tarde que pasé con el pintor argentino arrogante."
"Soy uruguayo."
"Como sea, hablan igual. Capaz hasta son iguales."
"Hace bien llorar, sabés. Intentaré tener cuadros mejores si vuelves por aquí alguna vez."
Mi mirada no se despegaba del suelo. Eran casi las nueve de la noche, en el mes de septiembre. Estaba oscuro.
"No creo... que eso suceda. Adiós."
Y me fuí a mi casa caminando. Y ahora me doi cuenta que de haber tenido o no su pintura, al pintor lo recuerdo sin la necesidad de ella.
lunes, 12 de febrero de 2007
Recuerdo Nº 6 -La Ahorcada
La Vieja, continuó maldiciendo durante toda su estadía, a un espectro que la vigilaba de cerca y que trataba de asustarla.
"Viejo imbécil, ésta casa no es mía así que no me jodas a mi."
Mientras cocinaba solía gritarle al aire nuestros nombres, porque pensaba que alguno de mis hermanos pretendía gastarle una broma. Los cigarros pasaban rápidamente en intervalos cada vez más reducidos. Creo que la Vieja no perdía el tiempo en tener miedo: prefería ocuparlo en insultar a la invisibilidad y en cuidar de mi madre.
Había pasado poco tiempo desde que al llegar del colegio, me encontré con cinco personas que sellaban todos los espejos y las puertas en donde era capaz de existir un reflejo. Mi madre lloraba frenéticamente sin decir nada a nadie. Repetía para si que no soportaría un día más en la casa y si no nos ibamos de ahí, acabaría quitándose la vida. No era muy difícil comprender qué era lo que sucedía, por que a juzgar por la apariencia que tenían todos, resultaba obvio que algo había acontecido pero no podían siquiera hablarlo.
Mi espalda estaba débil aun después de la intervención quirúrgica que realizaron los médicos luego de estar en cama durante casi un mes en casa de mi abuela. No esperaban que pudiese sanarme si me quedaba en ese lugar, aunque nadíe fundamentaba desiciones en aquel momento. Al parecer actuaban guiados por el miedo y la angustia de que su destino dependiese estrechamente de la voluntad de "eso que nadie veía", pero sí sentía.
Cuando no quedó espejo ni puerta por sellar, mis padres decidieron marcharse de ahí cuanto antes. En lo posible el fin de semana sin importar el costo o las dificultades que hubiese que sortear para lograrlo. Era una desición irrebatible, que increíblemente, nadie estaba preocupado de rebatir.
Entonces llegó el día en que las cosas una a una salían de la casa y eran acomodadas en un camión. Aún continuaba algo inútil, porque no podía con muebles demasiado pesados para llevarlos, pero no era nada comparado con las ansias de salir de ahí. Todos estaban demasiado atareados y empujados por su propia voluntad para terminar luego con la prolongada tortura.
La Vieja descansaba en una silla en el comedor, así que me situé junto a ella para hablar cualquier cosa que mantuviera mi cabeza en otro lado.
"Bueno Vieja... cada vez queda menos..."
Un golpe seco interrumpió mis palabras. La señora que había aparecido hace unos meses volvía, y parecía muy alegre. Había entrado por la puerta trasera sin previo aviso, golpeado la puerta y ahora se dirigía hacia el comedor, donde estabamos sentadas.
"Disculpen, pero hay algo que me faltó decir la otra vez que pasé por aquí"
Soltó una risa maliciosa, quizás un tanto forzada para la situación.
"Jovencita, ¿Cuántas veces la viste?"
Se dirigía con cierta ironía, pretendiendo saber que entendía qué era lo que quería decir.
"¿Ver a quién? Veo a muchas personas todos los días y con usted me basta. No entiendo cuál es el motivo por el que usted viene a decir lo que yo y mi familia tenemos que hacer. "
Esbozó una sonriza chueca, con dientes amarillentos y gastados.
"Sabes perfectamente, que me refiero a la mujer que se colgó en la escalera..."
Hizo una pausa que enseñó el rasguido de un mueble sobre el piso.
"...que llevaba a tu habitación. Era la empleada de los dueños de ésta casa, y un tanto apática, te diré."
La señora se dio la media vuelta, y no la volvimos a ver nunca más. Una vez más el escalofrío remeció mi cuerpo, pero al menos estaba segura. Desde ese momento entendí todo, y a la vez lo deseché y como dije, prometí olvidar lo que ahora recuerdo con vivas imágenes en mi mente
domingo, 11 de febrero de 2007
Recuerdo Nº 5 - El Incendio Sin Llamas
En las noches cuando subía al altillo que habían asignado como el lugar donde dormiría, subía al techo a observar la luna. Pensaba siempre que mi madre podía morir en cualquier momento mientras mi padre estuviese trabajando en la mina, y entonces la Vieja tendría que regresar a su casa en Talca para cuidar de mi abuelo. Tendría así que cuidar de mis hermanos aún más, y la palabra "familia" debería borrarse instantáneamente de mi mente. No me importaba cuántos fantasmas hubiesen dentro de esa casa, porque ese miedo estaba demasiado latente como para haber pensado en asustarme con espíritus de dudosa existencia.
Sin embargo, ese miedo se disipó una vez que comenzó un dolor un tanto extraño que nacía desde la columna vertebral hasta la punta del pie derecho y se prolongó hasta que ya no pude caminar y debía permanecer en cama. Ningún médico descifraba aquel enigma que me causaba un dolor físico inexplicable, por lo que decidieron someterme a un examen que reveló la existencia de la hernia lumbar que tensaba el nervio ciático y me tumbaba en la completa inutilidad.
A medida que el tiempo pasaba, podíamos conciliar todos el sueño de una manera más fácil y evitabamos la sugestión que trae consigo la noche. Dejábamos que esos espíritus hicieran lo que les diera la gana, porque de haber sido así o no, sabíamos que nada podíamos hacer.
Un día, antes del amanecer, un grito desesperado de mi madre nos sacó a todos de la cama. No era un grito de dolor, sino de susto. Apenas regresamos al mundo de los conscientes, respiramos un olor a humo, a madera y materiales de construcción en llamas.
"¿Están bien allá arriba?"
Gritó mi madre a mi hermana y a mi, pensando que el altillo se quemaba.
"Aquí está todo bien, bajamos en seguida"
Respondí sin entender o asimilar qué era lo que ocurría. Me vestí rápidamente y bajé la escalera corriendo. La Vieja estaba escondida bajo una manta y sólo se le veían los ojos y mi madre en su silla de ruedas rondaba la casa buscando fuego.
"Sylvia, puede que el humo venga desde afuera y por eso está ese olor a quemado"
Así que salimos todos, abrimos la puerta de la calle, y en frente de la reja un gato negro de ojos verdes estaba sentado con la mirada fija en dirección a la casa y a nuestros rostros, como esperando que los invitaramos a pasar.
Sentí un escalofrío que recorría mi cuerpo completamente, y las piernas se me doblaban porque el dolor de la espalda cada vez era mayor.
La Vieja corrió hacia el gato y lo espanto con un ruido extraño.
No había humo, olor ni llamas. El pasaje estaba desolado y sólo la escarcha de la mañana cubría los setos de las casas cercanas.
Luego de quince minutos, llegaron los bomberos que mi madre había llamado. Dos compañías revisaron la casa y midieron los niveles de monóxido de carbono, pero no encontraron nada sino el extraño olor, así que se fueron evitando las miradas a través de los ventanales de las vecinas.
Nos acostamos nuevamente, sin decir ni una palabra.
Y nuevamente comenzamos a dormir con la inquietud de no saber qué nos ofrecerían a continuación esos señores poseedores de fuerzas extrañas.
martes, 6 de febrero de 2007
Recuerdo Nº 4 - La Casa Del Terror
Recuerdo Nº 3 - Clonazepam
Tratamiento: En el manejo de la sobredosis deberá tenerse en cuenta que podrían haberse tomado múltiples agentes. Además de monitorear la respiración el pulso y la presión sanguínea está indicado un lavado gástrico reposición de fluidos por vía i.v. con medidas generales de apoyo y la provisión de instalaciones de urgencia para lidiar con una posible obstrucción de las vías respiratorias. La hipotensión puede ser tratada con agentes simpaticomiméticos.
domingo, 4 de febrero de 2007
Recuerdo Nº 2 - Mi Primer Asesinato
En el mes de diciembre del año 2005, ocurrió un brutal asesinato, donde el corazón de un hombre fue apretado hasta explotar bajo unas cuerdas que servían para detener los botes y así impedir que la marea se los llevara.Lo cierto, es que él fue mi víctima, y yo la que cometió el crimen. No usé mis manos para matarlo, y eso es suficiente para expiar mi culpa. Él mismo hizo el trabajo sucio. Ahora debe estar en el infierno, porque eso le dicen a las personas que son íntimas amigas del suicidio.La historia comienza con una mentira perversa, que le fue otorgada a un ser humano cuyo destino no podía mezclarse con el mio, pero como siempre las cosas prohibidas han de ser lo que induce al ser humano a transgredirlas y así como llegan, también se van por el camino más fácil de enmendar sus errores.
La primera vez que él me llamó por teléfono, estaba empezando la pintura de una dama detrás de una ventana donde las cortinas se movían con el viento que entraba desde una ventana cerrada, e incluso tuve que postergar ese momento porque hablamos mucho rato, y cada palabra estaba llena de tristeza. Buscaba en mi, una especie de salvación. Me obligaba indirectamente a que fuese su mesías, aunque yo no podía... no quería. Tenía muchos años más que yo, y una vez más me encontraba frente a alguien que quería que diese algo que no tenía, y que no pensaba dar ni aunque lo tuviese.
Pero si di algo que no existía, y procuré una salvación peligrosa que lo elevó a un punto de no poder subir más y luego dejarlo caer.
"A las 5, en la estación de trenes".
Ahí estaba yo, a la hora indicada. Él con su guitarra blanca excepcional bajaban la escalera mientras el guardia lo miraba por su apariencia un tanto psicodélica. Me forcé una sonrisa y aguanté un abrazo. Di por primera vez un beso compasivo. Creo que la maldad moral me consumía enteramente, y lo peor es que significaba un goce interminable. Esa tarde la pasamos juntos sentados mirando el ir y venir de la gente, hablando cada vez mas de la vida... es decir, de su vida, porque nunca revelé nada que perteneciera enteramente a lo que soy.
Y yo lo salvaba en cada mirada, y mentía, y aguantaba, y el vaso nunca se colmaba. Todo era soportable urdido bajo esa horrenda mentira que jamás parecía acabar.
Un día me dijo que me amaba. Yo le dije que lo amaba sin sentir ni siquiera algo parecido. Le hice creer cosas que nunca fueron.
Entonces, cuando se sintió totalmente salvado. Desaté el nudo y el cayó por un precipicio a la deriva. Quedó agonizando, por lo que decidió quitarse la vida.
Conclusión: Nunca jueguen a ser el cielo de alguien.
sábado, 3 de febrero de 2007
La Lista Prohibida Pt. II
viernes, 2 de febrero de 2007
Recuerdo Nº 3 - Lillium Inter Spinas
jueves, 1 de febrero de 2007
Recuerdo Nº 2 - La Llamada
Nunca supe quién era de verdad. Cada vez que descubría en él una mentira, jamás se lo hacía saber. Era extraño sentir que él tenía plena conciencia, y sabía perfectamente cuando le creía y cuando no. Llegó a mi casa al haber transcurrido un día desde el encuentro y el ofrecimiento del cigarro. Estaba sentado en la solera, justo en frente de mi casa. Pisaba las ciruelas que se esparcían en el pavimento. Salí de mi casa, porque quería tomar un poco de aire, cuando ese tipo me llama, por mi nombre.
"Camila"
Casi en un susurro que retumbó en mis oídos. Puedo estar segura, de que aquello no era una mentira. Ese era mi nombre, y no lo habría podido negar aunque hubiese deseado. Fue un estado de impacto verlo ahí sentado. La brisa cálida me turbaba de una manera insoportable e inservible: no era capaz de generar movimiento alguno sobre los cuerpos pegados al suelo por la gravedad. El peso era cada vez mayor.
Una sombra delgada se alargó en el suelo, y se levantó con un impulso apenas perceptible, se dirigió hacia donde estaba. No era gran cosa. Sólo me miraba. No habían besos, ni caricias, sino todo lo contrario. La distancia entre los dos cuerpos determinaba un puente que nunca se pudo cruzar. Y aunque hubiese existido otra alternativa; se habría tratado de un río que no se consiguió vadear.
Los hechos que vinieron a continuación, no valen la pena rescatar, puesto que la trascendencia en la actualidad es nula, y no pertenecen en absoluto a una lista de los hechos que he prohibido, más bien, me gusta mucho recordarlos. Entonces, sea permitido el espacio en blanco de la historia.
...Sus apellidos, nunca me los dijo sino hasta que le pregunté. Tuvo que decírselo a un tipo, cuando se hizo pasar como que también se disponía a audicionar. No eran Van Gola Francoi, y lo supe desde el momento que lo dijo. Su primer apellido era Fernandoi, y el segundo Van Gola. Eran detalles, que hacían que me diera cuenta, que estuve, siempre frente a un completo extraño.
Era un asesino falso. No le creí nunca que hubiese matado a un hombre, y que pagara por la felicidad de la hija que éste dejo al morir. Ya no creía en confesiones que recurrían a una búsqueda de auto compasión que me resultaba denigrante. Yo sólo callaba, escuchaba. Mis expresiones decían que sus palabras no llegaban ni despertaban ni un tipo de sentimiento compasivo, si no todo lo contrario.
Ese día se fue junto a él, y no lo vi más. Me dijo que quería verme con urgencia unos días antes del viernes. Era día martes. No entendía el apuro por que nos fuesemos a encontrar, ni qué tendría que decirme ahora.
"De seguro es otra historia que inventará, o que pudiera ser de una dudosa certeza. Me gustaría que le fuese más fácil engañarme".
Cuando desperté, era miércoles. Me había dormido como solía hacer antes: podía vagar día y noche en páramo eterno del inconsciente.
Me levanté, tomé el teléfono, y lo llamé.
Una señora hastiada me contesta con voz desdeñosa.
"No, no se encuentra. No creo que lo encuentre más por aquí. Por fin se ha ido lejos y no creo que vuelvas a saber de él. Deberías creerme; te hará mejor a ti".