Han pasado casi cuatro años desde que salimos de esa casa maldita. Yo, mi familia, y todos los que vivieron ahí prometimos no hablar nunca más de lo que significó el terror de haber vivido ahí. Muchas cosas pasaron, que no podría explicar bajo preceptos racionales. No puedo explicar el escalofrío que recorría tu espalda cuando te dabas vueltas y te encontrabas frente a mil espejos a tu alrededor, y pensabas que alguien te observaba de cerca... te respiraba en el oído mientras había trabajo frente a un computador en las noches donde hacía frío y se debía oír el extraño crepitar del fuego.Nadie tenía derecho a recordar cuando las copas se quebraban solas en medio de la mesa, ni cuando unos niños inexistentes hacían carreras al mediodía, abriendo y cerrando las puertas. No había permiso para sentir nuevamente las caricias de manos invisibles y heladas que recorrían los rostros de las personas más incrédulas. Una vez que todo hubo acabado, nada debía ser recordado.
Resulta muy triste darme cuenta, que nunca olvidé nada. Todo sigue fresco en mi memoria, y desde el día en que llegué a vivir ahí, nada se ha borrado.Era la casa que estaba escondida entre unos pasajes extraños que una vez crucé para llegar luego a mi antigua casa. Me quedé unos minutos observando los muebles arrumados y las cortinas rotas que se mecían en el altillo. Retomé rumbo casi de inmediato, porque se hacía tarde y las nubes cada vez amenazaban con descargar sus lágrimas torrenciales.Era casi imposible que por efectos del "destino", mis padres decidieran irse a vivir ahí... pero sucedió.El día que me dijeron que nos cambiaríamos de casa por sexta vez, experimenté una sensación de felicidad, porque siempre gozaba de los cambios y el escape del estancamiento en el que había permanecido durante cuatro años.
Entonces nos llevaron a conocer su próximo proyecto: aquella casa que parecía abandonada, distaba mucho de serlo. Ahí vivía una familia compuesta por cinco personas, en la cual la madre y la hermana menor de los dos hombres estaban enfermas. El mal de Perkins tenía a una niña de diez años en una silla de ruedas; con un yeso que le cubría de los pies hasta las caderas. Una enfermedad al corazón, había tenido como consecuencia dos operaciones a tajo abierto a la madre y cabeza de aquella casi destruida familia.Pasaron dos semanas, y ya vivíamos ahí. El mes de julio comenzaba y traía consigo lluvias que no terminaban.
El frío se colaba a través de las paredes hasta congelar nuestros huesos.Un día, el 17 de julio exactamente, las tragedias comenzaron a desatarse sin tener nada que las pudiese detener. Mi madre caía enferma y nadie podía hacer nada: la artitis reumatoidea acababa de manifestarse en sus articulaciones. La crisis que venía en las noches, las describía como si alguien con un serrucho le cortara las piernas de una manera insoportable.
Desde que comenzó a ocurrir éste tipo de sucesos, un sacerdote fue llevado a la casa maldita. Ceremonias de comunión tomaban lugar cada domingo sin excepción, con gente devota y muy católica. Era algo que cada vez toleraba menos.Recuerdo, que la última vez, una señora abrió la puerta con fuerza, e interrumpió esas tediosas charlas."Salgan de ésta casa ahora mismo. no se queden un segundo más. No saben las cosas que han pasado aquí".
En efecto, todas las personas al ver la expresión de esa señora de ojos desorbitados, salieron apuradamente del living, y se quedó ahí, como examinando nuestro semblante. Nadie entendía exactamente qué era lo que sucedía."Váyanse de aquí, si no quieren terminar como los dueños de ésta casa."Mi madre, que aún no entendía muy bien, dijo:"Si no me da una razón lo suficientemente convincente de sus palabras, le sugiero que sea usted la que abandone esta propiedad privada"
"Usted no sabe, lo que ha pasado aquí"
"Ya le dije que si no habla se tendrá que ir"
La señora, que era muchos años mayor que ella, tomó asiento y comenzó a hablar muy claro.
"Los dueños de ésta casa, están muertos. Fallecieron hace muchos años, y sus hijos viven en Santiago. Ustedes le pagan su estadía a la sucesión, no a ellos."
Mientras hablaban, me aproximaba hacia donde estaban para saber qué era lo que causaba tanta conmoción.
"¿Por qué murieron?"
"La señora murió de cáncer, y al esposo de ella lo mataron justo al frente de donde estás TÚ".
Señaló hacia la calle, que se encontraba igual de desolada que siempre
"Comprendo que sean de esas familias modernas, escépticas, pero por favor, háganme caso: Lárguense de éste lugar".
(Continuará...)
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